Te puedes tirar el rollo y decir que irse de Erasmus es irse un año a estudiar fuera. Mentira. Irse de Erasmus es irse un año fuera. Quita el 'estudiar' de la frase. Cierto es que cuando se acercan los exámenes por primera vez te acojonas, pero una vez pasada la prueba de fuego del primer semestre coges mucha confianza y te das cuenta de que Erasmus es un año que tienes que aprovechar para vivir y para tocarte los pies. A clase ya llevas yendo toda la vida y aún te quedarán otros tantos años. Estudiar es el pan nuestro de cada día, tocarte los pies, al contrario, está reservado a unos privilegiados. ¡Toquémonos los pies a dos manos pues!
Por mucho que os digan, en Erasmus básicamente no hace falta ir a clase. Bueno, hay que aclarar que hablo por mi experiencia en Periodismo, en otras carreras serias como Medicina si que pasan lista y todo. A lo que iba, que si quieres te puedes tomar el Erasmus como una semana con tus amigotes en Salou pero extendida durante un año entero. Como aquí no tienes ninguna responsabilidad importante puedes viajar sin dar explicaciones ni preocuparte demasiado por la vuelta. En esas, el viernes pasado mapa en mano, hombre-geneticamente-perfecto, Jurasic-Azparren y yo decidimos que a la mañana siguiente partíamos a Parma: la tierra de las oportunidades.
El viaje suponía un gran reto para nosotros, acostumbrados a viajes más pequeños sin salir de la región. La gente normalmente tira a lo grande y se olvida de lo que tiene al lado. A las primeras de cambio se les llena la boca y parten a Venezia, a Milán, a Sicilia, A OTROS PAÍSES... Que yo no digo que esté mal. Al contrario. Lo que si está mal es que se dejen de visitar pequeños pueblillos que están a tiro de piedra y que también tienen sentimientos. Tienes que defender un poco lo que es tuyo, lo que te ha visto crecer. Y la Umbria (para los más catetos, es la región de Italia donde está Perugia) nos ha visto crecer, ha sido testigo de nuestra llegada, de nuestros (pocos) sufrimentos y de nuestras muchas alegrias. Estamos en deuda con ella. Por eso desde aquí, los campesinos no dejamos de recomendar la visita de pueblos como Asis, Espoleto, Gubbio, Orvieto... No os defraudarán.
Parma es una ciudad que acoge, te integra rápido. Pronto te sientes un habitante más. Quizás irte de Erasmus allí es excesivo, pero para ir un par de días es ideal. Lo que más me llamó la atención de Parma sin duda es su fauna, con el Parmigiano a la cabeza. El Parmigiano (me estoy refiriendo al señor natural de Parma, no al queso) es fundamentalmente un anciano que se desplaza en bicicleta. Lleva realizando esta actividad toda la vida, por lo que tiene una habilidad casi innata. Llegué a ver a una señora Parmigiana que, mientras montaba en bicicleta, sujetaba a su hijo Parmigiano en la barra de la bicicleta, hablaba por el móvil y esquivaba a un autobús que le venía de frente. Se mueven a un ritmo constante y tranquilo. Al Parmigiano no le gusta verse en situaciones de riesgo. Una vez vi a un anciano Parmigiano que ponía un pie en el suelo para frenar la bicicleta. Instantes después nos relató que esa había sido la experiencia más excitante de su vida.